
Sentada en la butaca de la sala de cine, quedé petrificada ante lo que veía. Sí, puede que yo sea una persona fácilmente impresionable, pero me dio asco. Igualmente me gustó. Fui con la idea preconcebida de los malos comentarios leidos en la página de Moviecenter, pero quise ver por mí misma. No leí el libro y ahora deseo hacerlo, ¿por qué escribió esto este hombre? Una buena excusa para incursionar en él. Su concepción se ajusta sin más a todas las situaciones inimaginables. Aferrada al brazo de mi acompañante sobrebibí a la película y me sorprendí buscando casi a tientas la salida del cine. Y recordé más que nada la voz del hombre que rió durante todo el filme, ceguera, pura ceguera.